Serrat, nos despierta
Serrat y Belchite: un cantautor con memoria de la dignidad Joan Manel Serrat es uno de los cantautores de más éxito. Sus canciones son algo más que música y letra. Serrat es poeta y lo demuestra canción a canción, nota a nota, verso a verso.Su pasado está herido por la guerra civil que azotó el Estado Español desde el 36 hasta el 39. Esta memoria, este pasado, cuyos recuerdos se atisban en las letras de las canciones de este “aragonés” (por parte de madre, de Belchite) son escritas con la dignidad que sólo proporciona el sentirse orgulloso de las tierras que nos vieron nacer y de las gentes que nos criaron y nos amamantaron. Serrat es, primero, agradecido con su digna memoria y luego un artista que elige la canción para rescatarla.La niñez puede que sea el periodo de la vida en el que se obra más libremente y con mayor sinceridad... donde se ve todo aquello que durante el resto de la existencia tratará de esconderse. En la niñez nos expresamos con todo aquello que nace de la mezcla de corazón y vísceras. Serrat recuerda, mediante letras a las que inserta notas musicales, su niñez. Así, en la canción titulada “Mi niñez”, Serrat se sincera y nos cuenta cómo fue: Tenía diez años y un gato
peludo, funámbulo y necio
que me esperaba en los alambres del patioa la vuelta del colegio.
Puede que la sinceridad, a veces seca, aunque paliada por una ráfaga de estrofas emotivas sea uno de los rasgos característicos de Serrat, un tipo de madre maña y de padre catalán... puede que dos de los lugares más sinceros... a veces hasta rozar la aspereza.Serrat es un tipo sin comentarios, todo sentido y sensibilidad, donde las ilusiones, las comparaciones, las lecturas duales de sus letras se hacen patentes con ejemplos como este: ... porque ayer aprendí a volar,
perdiendo el tiempo de cara al mar... Desde niño Serrat viaja al pensamiento de futuro: “Para mí eso de la profesión es algo secundario. Lo básico es sentirse persona, y opté por algo que me emocionaba mucho, que me gustaba con locura. Hablando de profesión y trabajo: Yo siempre trabajo en la misma dirección: busco algo que interese y que conmueva, y este oficio me ha dado grandes satisfacciones, lo cual no quiere decir que no dude o que no sufra. Pero no soy nada partidario de las exageraciones dramáticas. Yo no soy un pescador en el Gran Sol, ni un minero que extirpa hulla, ni un albañil en el andamio. Ésas sí son profesiones duras”.
Serrat es un cantautor de lo social y del mundo del trabajo:Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra va el ciudadano,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques de tus mayores.
Parece ser que las creaciones de Serrat surgieran desde el pasado y en la digna memoria de los suyos: su madre, Doña Ángeles, nació en Belchite, a unos 48 kilómetros al sur de Zaragoza y emigró a Cataluña, como tantas familias aragonesas o andaluzas o murcianas o extremeñas. En su parada barcelonesa se puso a trabajar de costurera. Se libra de la batalla que azota su pueblo, pero no de los efectos de la guerra. Su familia quedó diseminada, maltratada y asesinada (murieron 32 miembros de los suyos). En algunos casos la cuneta fue su tumba.Al abuelo de Serrat en Belchite lo conocían por el apodo de “el Furo”. Le dieron ese apodo por su bravura. “El furo” abuelo murió en la Guerra Civil presa de su propio sueño igualitario. Todo lo que el cantautor recuerda desde el corazón, lo ahoga en la letra de canciones con estrofas como ésta, la del “Carrusel del Furo”:
Cuando la llama de la fe se apaga, y los doctores
no hallen la causa de su mal, señoras y señores
sigan la senda de los niños y el perfume a churros
que en una nube
de algodón dulce
le espera el Furo. Belchite, en el verano del 37, fue completamente destruido y se calcula que los muertos en la batalla fueron unos seis mil. Además la población perdió su patrimonio histórico, de influencia mudéjar. Nunca fue reconstruido. Hoy día conviven el pueblo nuevo y el viejo.No sabemos si esta estrofa se puede aplicar a ser de Belchite, pero sí que lo podemos entender así, ya que el del Poble Sec sí que se acuerda de lugares como este. Se habla de un retorno, como el que podría ser el de cada verano con los Serrat en tierras maternas. Mi vecino vuelve a casa, enciende la tele
y brinda con la familia con sidra "El Gaitero"
cuando el locutor afirma que en el mundo entero
no hay un lugar más seguro que nuestra ciudad. Con las siguientes palabras, Serrat, si que habla de sus recuerdos en los veranos en tierra aragonesa:”Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Fuimos andando desde la estación al pueblo viejo y me veo cruzándolo. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan”.
Este puede que sea el sentir imaginario de Serrat con Belchite: “Es el decorado de la vida y una forma de ver el mundo. Una de las viñetas que más me impresionó es una de Schulz, el de Snoopy y Charlie Brown. Snoopy dice: “Me voy a dar una vuelta al barrio donde nací”. Regresa al cabo de un instante, Charlie Brown lo ve nostálgico y le pregunta por qué está triste. Snoopy, subido a su caseta, dice: “Han construido un parking sobre mi niñez”. Algo así me ha ocurrido”. Un día cualquiera, aunque era un día más en el interrogante día a día del emigrante, le preguntaron a doña Ángeles (la madre de Serrat) de dónde se sentía. Ella no lo dudó: "Soy de donde comen mis hijos". El sentir de muchas más madres, un idioma que sólo entendían con profundidad aquellos que, algún día, deben dejar su tierra, la que les vio nacer.Las letras de Serrat son a menudo transcripciones de poetas enormes, como es el caso de Miguel Hernández (la generación del 27 es una de sus preferidas con Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández…):
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.De su piso de Poble Sec. Serrat recuerda…Tenia una casa sombría,
que madre vistió de ternura
Juanito, como le llamaban a Serrat, compuso una canción pensando expresamente en su madre: “Cançó de bressol”. Ets filla del vent sec i d'una eixuta terra.
D'una terra que mai no has pogut oblidar
malgrat el llarg camí que et van fer caminar
els teus germans de sang, els teus germans de llengua,
i encara vols morir escoltant mallerengues
coberta per la pols d'aquella pobra terra. Doña Ángeles se casó con don Josep Serrat lampista aferrado al ideario de libertad y fraternidad de la CNT. Su hijo, Joan Manuel ha sabido contarnos esas historias, el germen de donde venía y donde se crió le ha hecho único y un mago de la canción social. Estas estrofas de Serrat de la canción Cotlliure nos puede explicar la desesperación de aquel que, detrás de la desgracia, se ve forzado a dejar su tierra: Soplaban vientos del sur
y el hombre emprendió viaje.
Su orgullo, un poco de fe
y un regusto amargo fue
su equipaje.
Miró hacia atrás y no vio
más que cadáveres sobre
unos campos sin color.
Su jardín sin una flor
y sus bosques sin un roble. Serrat admiraba y todavía admira, desde el recuerdo, a sus padres: “Lo único que quería era hacerle un homenaje a mi madre, a la tragedia de una mujer que vive toda su vida caminando, y toda su vida la pasa mirando hacia atrás... Nace en un pueblo de Aragón, en Belchite; se muere el novio antes de la boda; sale del pueblo para trabajar en Barcelona; estalla la guerra cuando está en Barcelona; fusilan a su padre y a su madre; treinta miembros de su familia son ejecutados, asesinados en el pueblo; ella se dedica durante la guerra a recoger niños y a viajar con ellos por toda España, de arriba a abajo; vuelve a Barcelona; se casa con mi padre; vive la tragedia de todos los años de la posguerra, la escasez, el miedo, la persecución...; mi padre había salido de un campo de concentración…”. De Serrat podríamos escribir páginas y páginas; recuerdos y recuerdos; sensaciones y sensaciones, pero es mucho mejor deslizar sus letras y música por el aire: cerrando los ojos en silencio o cantando con la libertad que padres como los de Serrat (o como los nuestros) nos han proporcionado. A nosotros nos toca, ahora: mimarla, disfrutarla y engrandecerla. La abuelita de Kundera y también la mía
conocían cada yerba y sus aplicaciones
sabían lo que tenían dentro de los colchones,
sabían leer el cielo y cocer el pan.
La abuelita de Kundera en su pueblo checo
y la mía en su Belchite y las dos sabían
que el cura era el confidente de la policía.
Nada tenía secretos a su alrededor.
Su vecino y el parecido de Kundera. Ignorancia en una cómoda burbuja social El vecino de Kundera se parece al mío.
Si algo tiene destacable, nadie lo diría.
Es un tipo muy correcto que se pasa al día
ocho horas tecleando en ordenador.
Mi vecino nunca supo que esa misma noche
violaron en su calle una adolescente
que asaltaron a dos viejas y que un indigente
apareció degollado en el callejón.
Mi vecino, aquella noche, se metió en la cama
convencido de tener el mundo controlado
seguro de ser un hombre muy bien informado
respecto a lo que ocurría a su alrededor.
Joaquín Carbonell nos rescata este recuerdo:”Serrat nos dijo a todos: mira, se puede trabajar con la ternura sin ser cursi, se puede contar a una chica que la lumbre del hogar es el sitio ideal de una casa para vivir el amor, que en Belchite “de todos tus hermanos que murieron en la guerra” acunaban a tu madre en un paisaje violento y helador. ¡Eso eran canciones! Y tomamos la guitarra y comenzamos día y noche a sacar los acordes, a copiar palabra por palabra la esencia inimitable de sus metáforas únicas, de sus deslumbrantes imágenes. Copiamos. Calcamos. Plagiamos. Imitamos. Todos absolutamente. Y sólo muy de vez en cuando nos salía un versito decente que nos decía “esto podría ser de Serrat”. En una entrevista concedida al periodista Juan Cruz, declara, hablando de su “Canción de cuna”: “yo sólo quería era hacerle un homenaje a mi madre, a la tragedia de una mujer que vive toda su vida caminando, y toda su vida la pasa mirando hacia atrás... Nace en un pueblo de Aragón, en Belchite; se muere el novio antes de la boda; sale del pueblo para trabajar en Barcelona; estalla la guerra cuando está en Barcelona; fusilan a su padre y a su madre; treinta miembros de su familia son ejecutados, asesinados en el pueblo; ella se dedica durante la guerra a recoger niños y a viajar con ellos por toda España, de arriba a abajo; vuelve a Barcelona; se casa con mi padre; vive la tragedia de todos los años de la posguerra, la escasez, el miedo, la persecución...; mi padre había salido de un campo de concentración, y, en fin, tiene un hijo en el que fija absolutamente todas sus esperanzas, espera superar con él toda una vida de tragedias y de decepciones... Para ella, resulta que el hijo es un buen estudiante, pero que se busca complicaciones en el franquismo... Con esa canción traté de darle un beso a esa mujer que, a pesar de todo lo que había ocurrido, seguía soñando con su pueblo. Acaso no hacemos otra cosa que soñar con la niñez, que debe ser el único tiempo feliz de nuestra vida...”. Su abuelo “el Furo” era el secretario del juzgado de Belchite. Serrat se remonta, en una entrevista de Antón Castro, un momento imborrable en su memoria y en la de los suyos: “Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Fuimos andando desde la estación al pueblo viejo y me veo cruzándolo. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan”.
peludo, funámbulo y necio
que me esperaba en los alambres del patioa la vuelta del colegio.
Puede que la sinceridad, a veces seca, aunque paliada por una ráfaga de estrofas emotivas sea uno de los rasgos característicos de Serrat, un tipo de madre maña y de padre catalán... puede que dos de los lugares más sinceros... a veces hasta rozar la aspereza.Serrat es un tipo sin comentarios, todo sentido y sensibilidad, donde las ilusiones, las comparaciones, las lecturas duales de sus letras se hacen patentes con ejemplos como este: ... porque ayer aprendí a volar,
perdiendo el tiempo de cara al mar... Desde niño Serrat viaja al pensamiento de futuro: “Para mí eso de la profesión es algo secundario. Lo básico es sentirse persona, y opté por algo que me emocionaba mucho, que me gustaba con locura. Hablando de profesión y trabajo: Yo siempre trabajo en la misma dirección: busco algo que interese y que conmueva, y este oficio me ha dado grandes satisfacciones, lo cual no quiere decir que no dude o que no sufra. Pero no soy nada partidario de las exageraciones dramáticas. Yo no soy un pescador en el Gran Sol, ni un minero que extirpa hulla, ni un albañil en el andamio. Ésas sí son profesiones duras”.
Serrat es un cantautor de lo social y del mundo del trabajo:Anónimos y desterrados
en el ruidoso tumulto callejero
con los vientos en contra va el ciudadano,
los bolsillos temblando y el alma en cueros.
A quién le importarán
tus deudas y tus deudores
o los achaques de tus mayores.
Parece ser que las creaciones de Serrat surgieran desde el pasado y en la digna memoria de los suyos: su madre, Doña Ángeles, nació en Belchite, a unos 48 kilómetros al sur de Zaragoza y emigró a Cataluña, como tantas familias aragonesas o andaluzas o murcianas o extremeñas. En su parada barcelonesa se puso a trabajar de costurera. Se libra de la batalla que azota su pueblo, pero no de los efectos de la guerra. Su familia quedó diseminada, maltratada y asesinada (murieron 32 miembros de los suyos). En algunos casos la cuneta fue su tumba.Al abuelo de Serrat en Belchite lo conocían por el apodo de “el Furo”. Le dieron ese apodo por su bravura. “El furo” abuelo murió en la Guerra Civil presa de su propio sueño igualitario. Todo lo que el cantautor recuerda desde el corazón, lo ahoga en la letra de canciones con estrofas como ésta, la del “Carrusel del Furo”:
Cuando la llama de la fe se apaga, y los doctores
no hallen la causa de su mal, señoras y señores
sigan la senda de los niños y el perfume a churros
que en una nube
de algodón dulce
le espera el Furo. Belchite, en el verano del 37, fue completamente destruido y se calcula que los muertos en la batalla fueron unos seis mil. Además la población perdió su patrimonio histórico, de influencia mudéjar. Nunca fue reconstruido. Hoy día conviven el pueblo nuevo y el viejo.No sabemos si esta estrofa se puede aplicar a ser de Belchite, pero sí que lo podemos entender así, ya que el del Poble Sec sí que se acuerda de lugares como este. Se habla de un retorno, como el que podría ser el de cada verano con los Serrat en tierras maternas. Mi vecino vuelve a casa, enciende la tele
y brinda con la familia con sidra "El Gaitero"
cuando el locutor afirma que en el mundo entero
no hay un lugar más seguro que nuestra ciudad. Con las siguientes palabras, Serrat, si que habla de sus recuerdos en los veranos en tierra aragonesa:”Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Fuimos andando desde la estación al pueblo viejo y me veo cruzándolo. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan”.
Este puede que sea el sentir imaginario de Serrat con Belchite: “Es el decorado de la vida y una forma de ver el mundo. Una de las viñetas que más me impresionó es una de Schulz, el de Snoopy y Charlie Brown. Snoopy dice: “Me voy a dar una vuelta al barrio donde nací”. Regresa al cabo de un instante, Charlie Brown lo ve nostálgico y le pregunta por qué está triste. Snoopy, subido a su caseta, dice: “Han construido un parking sobre mi niñez”. Algo así me ha ocurrido”. Un día cualquiera, aunque era un día más en el interrogante día a día del emigrante, le preguntaron a doña Ángeles (la madre de Serrat) de dónde se sentía. Ella no lo dudó: "Soy de donde comen mis hijos". El sentir de muchas más madres, un idioma que sólo entendían con profundidad aquellos que, algún día, deben dejar su tierra, la que les vio nacer.Las letras de Serrat son a menudo transcripciones de poetas enormes, como es el caso de Miguel Hernández (la generación del 27 es una de sus preferidas con Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández…):
Como el toro me crezco en el castigo,
la lengua en corazón tengo bañada
y llevo al cuello un vendaval sonoro.De su piso de Poble Sec. Serrat recuerda…Tenia una casa sombría,
que madre vistió de ternura
Juanito, como le llamaban a Serrat, compuso una canción pensando expresamente en su madre: “Cançó de bressol”. Ets filla del vent sec i d'una eixuta terra.
D'una terra que mai no has pogut oblidar
malgrat el llarg camí que et van fer caminar
els teus germans de sang, els teus germans de llengua,
i encara vols morir escoltant mallerengues
coberta per la pols d'aquella pobra terra. Doña Ángeles se casó con don Josep Serrat lampista aferrado al ideario de libertad y fraternidad de la CNT. Su hijo, Joan Manuel ha sabido contarnos esas historias, el germen de donde venía y donde se crió le ha hecho único y un mago de la canción social. Estas estrofas de Serrat de la canción Cotlliure nos puede explicar la desesperación de aquel que, detrás de la desgracia, se ve forzado a dejar su tierra: Soplaban vientos del sur
y el hombre emprendió viaje.
Su orgullo, un poco de fe
y un regusto amargo fue
su equipaje.
Miró hacia atrás y no vio
más que cadáveres sobre
unos campos sin color.
Su jardín sin una flor
y sus bosques sin un roble. Serrat admiraba y todavía admira, desde el recuerdo, a sus padres: “Lo único que quería era hacerle un homenaje a mi madre, a la tragedia de una mujer que vive toda su vida caminando, y toda su vida la pasa mirando hacia atrás... Nace en un pueblo de Aragón, en Belchite; se muere el novio antes de la boda; sale del pueblo para trabajar en Barcelona; estalla la guerra cuando está en Barcelona; fusilan a su padre y a su madre; treinta miembros de su familia son ejecutados, asesinados en el pueblo; ella se dedica durante la guerra a recoger niños y a viajar con ellos por toda España, de arriba a abajo; vuelve a Barcelona; se casa con mi padre; vive la tragedia de todos los años de la posguerra, la escasez, el miedo, la persecución...; mi padre había salido de un campo de concentración…”. De Serrat podríamos escribir páginas y páginas; recuerdos y recuerdos; sensaciones y sensaciones, pero es mucho mejor deslizar sus letras y música por el aire: cerrando los ojos en silencio o cantando con la libertad que padres como los de Serrat (o como los nuestros) nos han proporcionado. A nosotros nos toca, ahora: mimarla, disfrutarla y engrandecerla. La abuelita de Kundera y también la mía
conocían cada yerba y sus aplicaciones
sabían lo que tenían dentro de los colchones,
sabían leer el cielo y cocer el pan.
La abuelita de Kundera en su pueblo checo
y la mía en su Belchite y las dos sabían
que el cura era el confidente de la policía.
Nada tenía secretos a su alrededor.
Su vecino y el parecido de Kundera. Ignorancia en una cómoda burbuja social El vecino de Kundera se parece al mío.
Si algo tiene destacable, nadie lo diría.
Es un tipo muy correcto que se pasa al día
ocho horas tecleando en ordenador.
Mi vecino nunca supo que esa misma noche
violaron en su calle una adolescente
que asaltaron a dos viejas y que un indigente
apareció degollado en el callejón.
Mi vecino, aquella noche, se metió en la cama
convencido de tener el mundo controlado
seguro de ser un hombre muy bien informado
respecto a lo que ocurría a su alrededor.
Joaquín Carbonell nos rescata este recuerdo:”Serrat nos dijo a todos: mira, se puede trabajar con la ternura sin ser cursi, se puede contar a una chica que la lumbre del hogar es el sitio ideal de una casa para vivir el amor, que en Belchite “de todos tus hermanos que murieron en la guerra” acunaban a tu madre en un paisaje violento y helador. ¡Eso eran canciones! Y tomamos la guitarra y comenzamos día y noche a sacar los acordes, a copiar palabra por palabra la esencia inimitable de sus metáforas únicas, de sus deslumbrantes imágenes. Copiamos. Calcamos. Plagiamos. Imitamos. Todos absolutamente. Y sólo muy de vez en cuando nos salía un versito decente que nos decía “esto podría ser de Serrat”. En una entrevista concedida al periodista Juan Cruz, declara, hablando de su “Canción de cuna”: “yo sólo quería era hacerle un homenaje a mi madre, a la tragedia de una mujer que vive toda su vida caminando, y toda su vida la pasa mirando hacia atrás... Nace en un pueblo de Aragón, en Belchite; se muere el novio antes de la boda; sale del pueblo para trabajar en Barcelona; estalla la guerra cuando está en Barcelona; fusilan a su padre y a su madre; treinta miembros de su familia son ejecutados, asesinados en el pueblo; ella se dedica durante la guerra a recoger niños y a viajar con ellos por toda España, de arriba a abajo; vuelve a Barcelona; se casa con mi padre; vive la tragedia de todos los años de la posguerra, la escasez, el miedo, la persecución...; mi padre había salido de un campo de concentración, y, en fin, tiene un hijo en el que fija absolutamente todas sus esperanzas, espera superar con él toda una vida de tragedias y de decepciones... Para ella, resulta que el hijo es un buen estudiante, pero que se busca complicaciones en el franquismo... Con esa canción traté de darle un beso a esa mujer que, a pesar de todo lo que había ocurrido, seguía soñando con su pueblo. Acaso no hacemos otra cosa que soñar con la niñez, que debe ser el único tiempo feliz de nuestra vida...”. Su abuelo “el Furo” era el secretario del juzgado de Belchite. Serrat se remonta, en una entrevista de Antón Castro, un momento imborrable en su memoria y en la de los suyos: “Recuerdo perfectamente el primer día que fui a Belchite, con cinco o seis años, de la mano de mi madre. Me llevó en el tren de Utrillas en cuanto se atrevió a superar aquel recuerdo tan desgarrador. Fuimos andando desde la estación al pueblo viejo y me veo cruzándolo. Había una iglesia derruida y un par de calles más. Recuerdo la acequia y el trayecto que había desde el pueblo a la tahona, adonde iba por el pan”.
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