El escritor Ávila Granados nos acompaña al mundo Celta
Estrenamos hoy la sección de entrevistas con una conversación con el escritor Jesús Ávila Granados. Con él además indagamos en el mundo de la historia y en el de las ediciones, ya que Granados es un prolífico escritor al que podríamos calificar como un hiperactivo de las letras y la investigación.
El mundo de investigación antropológica de Ávila Granados. Valores antropológicos de los pueblos y gentes. Nos habla del paso de los celtas por Aragón y de su libro: “La mitología celta”.Jesús Ávila es un escritor que ha explorado muchos pueblos y civilizaciones y lo ha hecho con sigilo y silencio. Este escritor e investigador es autor de obras tan singulares como: “Rutas de España” (Enciclopedia de 8 volúmenes editada por Planeta); la trilogía: “La mitología templaria”; “La mitología cátara” y “La mitología celta”; editada por Martínez Roca; “Enclaves mágicos de España” (Ed. Planeta)… o la novela “La profecía del laurel”…Ávila Granados disfruta de su trabajo en todas sus dimensiones por eso no duda lo más mínimo cuando tiene la oportunidad de ser entrevistado y difundir los frutos de sus investigaciones.
Siéntese, querido lector, porque nos vamos a sumergir en los tiempos de los celtas teniendo a Ávila Granados como guía. El escritor nos explica quienes fueron los celtas: “Los celtas surgieron a mediados del II milenio antes de Cristo, en el corazón de la Europa alpina, durante el cambio entre las edades del Bronce y del Hierro, protagonizando la gran revolución de la Agricultura, y consolidando la transformación progresiva de una mentalidad nómada por otra sedentaria, al tener que trabajar la tierra y el fomento de una ganadería, desconocidas hasta entonces. También trabajaron los recursos naturales, como fue la sal; de ahí la ciudad de Salzburgo, en Austria, que debe su nombre a este valioso mineral para el ser humano y los animales”. Nos interesa sobremanera cómo fueron los celtas de Aragón:”Desde los Alpes, los celtas, y en progresivas oleadas, se fueron extendiendo por todo el continente, y en todas las direcciones y penetrando en la península Ibérica por los Pirineos, hacia el siglo X a.C. La mayoría de las tribus celtas de Iberia se dirigieron a poniente, donde quedaron extasiadas al contemplar la ‘muerte’ del astro rey, en el horizonte del Mar de las Tinieblas (Atlántico), en Finisterre; Mientras tanto, un grupo prefirió quedarse en el Pirineo catalán…. y otros descendieron por el valle del Ebro, desde Navarra, escogiendo las tierras de Aragón, colonizando las tres provincias aragonesas. Estos pueblos constituyeron más tarde (s. VII a.C.) lo que ha dado en llamar la ‘Celtiberia Nuclear’, formada por cinco tribus: pelendones, arévacos, lusones, belos y tilos, y dominando un territorio que se corresponde con las actuales provincias de: Zaragoza, sur de Huesca, Teruel…” Todas las civilizaciones nos han aportado algo, ¿qué nos aportaron los Celtas que se instalaron en esta zona? . “A los celtas de Iberia, en general, les debemos infinidad de aportaciones; entre las cuales: el desarrollo de una ganadería, que aprovechó las vías pecuarias de una trashumancia intensiva; la construcción de neveras naturales, para la elaboración del hielo sólido, para la mejor conservación de alimentos y medicamentos; las barracas de agricultor, esas modestas construcciones, realizadas con piedra seca sin argamasa; fueron excelentes agricultores, quienes conocían a la perfección los secretos de los cultivos; fue la primera civilización que calzó pantalón, en los hombres, los celtas en Aragón, los belos, en el valle del Jalón, crearon los primeros lagares para la elaboración del vino, de la variedad garnacha; templaban sus armas de hierro en las fuentes del Queiles” Pero además rendían culto, “supieron adorar a las montañas, bosques, ríos y piedras sagradas, al conocer los puntos de energía terrestres, etc. Gracias a los elevados conocimientos culturales y científicos que alcanzaron sus sacerdotes más célebres (druidas), el pueblo celta amó la Naturaleza, en todas sus formas y dimensiones….”Pero los celtas , cómo se comportaban con la naturaleza. Nos lo explica Ávila Granados: “sólo cazaban el animal que necesitaban para el consumo familiar, cuando no disponían de reses en cabaña propia para ello, al encontrarse de trashumancia. Al estar sus vidas tan vinculadas con las fuerzas de la Naturaleza, los ciclos anuales influían muy notablemente en sus fiestas y tradiciones. Por ejemplo, los solsticios y equinoccios marcaban las pautas de comportamiento de la sociedad celta hispana, de forma especial en sus vinculaciones con el medio agrario…”. Parece ser que conservamos algunas de estas costumbres y tradiciones: “no debemos olvidarnos de la fiesta de Todos los Santos, durante la cual la sociedad celta rendía un justo homenaje a los guerreros caídos en combate, y cuyas almas alcanzaban el ‘walhala’ (paraíso celta)… Otra festividad que ha llegado a nuestros días, de origen celta, es la de las hogueras de San Juan, en la cual se iluminaba la noche más corta del año (solsticio de verano), para que la luz solar brillase todavía más en la oscuridad nocturna. También debemos recordar la subida del Mayo; otra fiesta que ahonda sus raíces en el solsticio estival. El pasar el fuego pisando las brasas ardiendo, prueba que debían superar los jóvenes que querían convertirse en guerreros, también en la noche del solsticio de verano…. La Iglesia católica hizo lo posible por usurpar buena parte del amplio acervo cultural celta, y hoy celebramos fiestas cristianas, siendo calificadas éstas como paganas”.
La vida social y la estructura política tuvieron en los Celtas, según explica este escritor, su importancia: “El pueblo celta se levantaba sobre un sustrato humano de igualdad social, en grupos, clanes o tribus. En el estrato más superior se encontraba la clase sacerdotal de los druidas, que eran los magos; los druida… administraban justicia y decidían la paz y la guerra; Debajo estaría el reyezuelo de la tribu, que debía obediencia y respeto al druida”. Mientras tanto políticamente se organizaban: “la estructura política se desarrollaba en torno al consejo de sacerdotes, formado por los druidas, bardos, vates y amdaurs, quienes establecían las pautas de comportamiento del resto de la tribu, asentada en poblaciones, castros, poblados o aldeas; los conocimientos culturales y filosóficos de los druidas establecían la forma de vida de toda la sociedad celta; ellos eran los jueces, los máximos responsables del desarrollo del grupo” La economía siempre ha tenido un peso importante. ¿Cómo era en los Celtas?. “Los celtas fueron excelentes comerciantes; sus variados productos manufacturados lograban cambiar con los mejores objetos que llegaban del Mediterráneo oriental, portado por los barcos griegos y fenicios. Los caballos y armas celtas eran muy codiciadas por estos pueblos…. El vino celta, elaborado en los lagares del valle del Jalón por los belos, llegaba a los puertos de la costa catalana y levantina, para ser intercambiado por los productos de importación griegos y fenicios, gracias a la colaboración de las tribus iberas del litoral (ilercavones)” Nos sorprende la respuesta de Ávila Granados sobre la condición de la mujer celta. “sorprenderá si le digo que igual o más todavía; para los celtas, hace tres mil años, la mujer era el eje de la vida social y familiar, recordemos que se trataba de una sociedad matriarcal, en la cual el hombre era quien debían aportar la dote en el matrimonio…… También en los combates, las mujeres celtas alcanzaron tal fiereza, que las legiones romanas que lucharon en las guerras cántabras y astures, intentaban rehusar enfrentarse en combate con ellas…”Aragón todavía hoy, ya en pleno siglo XXI, es un reflejo del paso de la cultura celta. “Aragón está preñado de ritos y tradiciones de raíces en la civilización celta. Esta cultura, fue exterminada primero por las legiones romana, y después usurpada por el cristianismo… todo esto lo podemos comprobar al visitar museos como el de Sabiñánigo, en Huesca, o en lugares del río Martín, en el interior de Teruel”. Nos vamos ahora de ruta, con Ávila Granados, por la herencia geográfica que dejaron los celtas de Aragón: “destacaría, en primer lugar, Cornudella, en la comarca oscense de la Ribargoza; verdadero ‘drunemeton’ (bosque sagrado), donde los magos druidas impartían sus enseñanzas a un noviciado…. Recordemos que la enseñanza fue de carácter obligatorio y gratuito para los celtas, lo cual nos dice mucho de la sensibilidad de esta civilización por transmitir a las jóvenes generaciones los saberes del Cosmos, la Naturaleza y el Hombre. Otras zonas aragonesas que evocan su peso cultural de origen celta serían el Matarraña, la Sierra de Albarracín, la comarca de Calatayud, las Cinco Villas, el Bajo Aragón, el Maestrazgo turolense, la Sierra de Gúdar, Montalbán y el valle del río Martín, el Somontano de Barbastro, el Serrablo y la Jacetania”. Nos acercamos también a la religión y a las costumbres religiosas de los celtas:“Los celtas de Iberia, en general, creían en la reencarnación del alma. Para los pueblos celtas, el alma no moría, sino que, después del fallecimiento del cuerpo, su espíritu se alojaba en otros cuerpos. La meta final era el mítico reino de Avalon (tierra de los manzanos en flor), lugar sobrenatural donde los magos druidas enseñaban a superar los temores humanos.Los celtas eran ‘venatores lapidum’ (adoradores de las piedras; de ahí el carácter sagrado de algunas de ellas, como los menhires, los dólmenes o los crómlechs, construcciones de carácter funerario, muy abundantes en la provincia de Huesca y algunos puntos del Bajo Aragón y el Matarraña.El panteón celta esta presidido por Odín, su más antigua divinidad. Los celtas creían en un paraíso y también en un infierno, llamado ‘Ifurin’, lugar terriblemente frío, a donde se condenaban a los criminales y traidores” Ávila Granados recuerda: “la historia del pueblo celta, al no existir documentos o grabados escritos, hay que seguirla por las evidencias, de las tradiciones, de las leyendas y ritos y fiestas conservados a través del tiempo y el espacio, y, en este sentido, Aragón es una excelente fuente de documentación sobre esta singular civilización, a la que tanto debemos, en todos los sentidos”. Esta civilización, nos preguntamos, ¿era una civilización de guerreros?. “Los celtas que alcanzaron la península Ibérica, allá por el siglo X a.C., sí eran de naturaleza guerrera, gentes rudas, acostumbradas a temperaturas muy bajas y a medios de supervivencia muy extremos y rigurosos. Pero, con el paso del tiempo, como ha sucedido con otras muchas culturas que nos han colonizado, se fueron dulcificando en sus formas de comportamiento. Tal es así, que la economía, la explotación de los recursos naturales, la calidad de vida…, se antepuso a cualquier lucha, la cual los druidas intentaban todo lo posible por evitar; gracias a ellos, nuestro país alcanzó un grado muy alto de calidad, mucho antes de la llegada de los romanos; recordemos que el tradicional ‘Camino de Santiago’, la ‘Vía de la Plata’, o incluso la ‘Vía Augusta’, ya fueron definidas por los celtas, mucho antes que los romanos; éstos lo que hicieron fue mejorar las vías en forma de calzadas, con puentes, túneles, aceras para los peatones, etc. Fue con la invasión romana, a partir del año 218 a.C., tras el desembarco en Ampurias de las legiones, cuando los pueblos autóctonos celtas de Iberia, se vieron obligados a rodear sus ciudades, castros, poblados y aldeas con murallas; lo mismo sucedió con los iberos”. ¿Coincidieron celtas e Íberos? “Los poblados iberos son, en efecto, mucho más numerosos que los celtas; pero en Mazaleón, cerca de la ermita de San Cristóbal, al otro lado del río Matarraña, se da una circunstancia: la existencia de un castro celta a pocos metros de distancia de un poblado ibero, lo cual confirma nuestra opinión que, tales colectivos socio-culturales debieron coincidir y convivir en el tiempo y el espacio, respetándose como complementarios en sus formas de vida: unos, los celtas, dedicados a la agricultura y a la ganadería y las formas de pastoreo agropecuario, mientras que los iberos fueron hábiles artesanos y comerciantes. Gracias a ellos, los celtas del interior de Aragón pudieron llevar sus valiosas mercancías hasta las costas del Mediterráneo hispano, para ser intercambiadas por los novedosos artículos manufacturados que traían los griegos y fenicios”.
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Soledad -